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Mostrando entradas de 2016

Sobre creer

Hace unos días me hicieron una pregunta en un banco: ¿Crees en Dios? Fue curioso, porque los bancos no son un lugar muy espiritual, pero si es una pregunta recurrente. Y es que no creer en dios no significa que no crea en nada. De hecho, creo que el mismo hecho de existir entre tanta incoherencia es un acto de fe. Y aprovechando que mi bicicleta me da el espacio para pensar justamente en eso, me atrevo hoy a poner por escrito mi credo para andar por la vida: - Creo en la tenacidad de la vida, en su insistencia por continuar más allá de la lógica y de las condiciones más adversas.Y esto hace que siempre encuentre la manera de resolverse. - Creo en la magia de las cosas sencillas: en las gotas que caen sobre las hojas del césped, la luz del sol entrando por la ventana, el olor del café recién hecho, los sonidos que en medio del caos nos devuelven a lugares que parecen ya perdidos. - Creo en la posibilidad que reside en cada acción, en cada intento. En que es posible empezar de nu...

Sobre las ganas de pelear.

Estos días en mi cotidianidad, en la cotidianidad del país, se han hecho turbulentos. Ahora todos creen saber cuál es la mejor decisión para el mundo, opinando sin tener mayor idea de lo que dicen. Con muchas ganas de imponer lo que se piensa, de pelear a base de fuerza y de gritar más duro, más alto. En fin, con ganas de pelear con el otro. Y yo también quiero opinar -no voy a negar que esta entrada es eso, y pues está cargada de toda mi subjetividad y mis puntos de vista-  y creo poder aportar algo a tanto río revuelto, así me lean pocos. Lo primero: Me sorprende la virulencia de la gente. Más de la gente que me es querida, que ha compartido un momento de vida y de amor conmigo, y que ahora asume que enseñar en los colegios a construir una identidad y a respetar esa construcción es hacer una apología a la homosexualidad. Si en mis colegios eso hubiera estado claro, quizá yo habría podido estar más tranquila en mi infancia, y no me hubiera sentido como un bicho raro cuando juga...

Sobre el amor II

Estos días han pasado muchas cosas que me hacen pensar que no tenemos muchas esperanzas como especie. Pero también tengo días increíblemente optimistas, en los que creo que el amor puede vencerlo todo. Y he descubierto que estoy cansada de ver tanto miedo, tanto odio, tanta necesidad de defenderlo todo y de indignarme por todo. De ver cómo justificamos nuestro rechazo en nombre de algo más grande y preferimos que nuestro miedo se interponga entre nosotros y el mundo. Creo firmemente que el amor puede salvar el mundo. Creo que el amor sólo une, y que todos amamos de la misma manera. Sin importar si somos gays o heteros, si somos ateos o cristianos, todos buscamos cuidar a quienes amamos. Buscamos su felicidad, su protección, su bienestar. Y aparece el miedo cuando vemos a los otros como "otros", cómo una amenaza a esos seres que son sagrados para nosotros. Olvidamos que esos otros son amados por alguien; que como nosotros tienen miedo a sufrir, a decepcionar y a ser ...

Sobre el equipaje

Ahora que estoy de viaje, en mis largas horas de buses he pensado en todas las cosas que hubiera querido cargar, en todo lo que desearía llevar a casa. Y la verdad, aunque pudiera, no habría manera de llevarlo todo. Las fotos y los recuerdos no alcanzan, porque no puedo cargar los atardeceres y amaneceres, la sensación de encontrarme con una calle inesperada, un animal inesperado, la sonrisa de alguien en el momento justo, los besos, los abrazos, las miradas. Toda la magia ocurre en un instánte, y todo lo que vale la pena conservar es inasible: nuestra fe, nuestro amor, nuestra verdad y nuestras dudas. Es como el aire: un constante devenir que tomamos y soltamos para mantenernos vivos. En nuestro afán de perpetuar y compartir tanta experiencia creamos, tratando de traducir y congelar la vida que nos pasa entre los dedos y nos despeina, y nos deja un tanto confundidos preguntandonos cómo, por qué. Eso es hasta ahora lo que me ha dejado el viaje: la sensación de que todo lo que vale l...

Sobre caminar

Caminar es uno de los verbos más bonitos que tiene el español. Quizá es también una de las acciones más simples y significativas que realizamos, pues caminar es movernos hacía un lugar, un destino, una meta. A mi me gusta mucho caminar. Y aunque he perdido la costumbre, caminar sola es uno de los placeres que más disfruto, porque me permite descubrir cosas y detenerme ante cualquier pequeñez, sin demorar el viaje de alguien más. También disfruto caminar en compañía, pero elijo bien con quién lo hago: caminar, como tomar café, es algo reservado sólo a quienes tienen mi corazón consigo, y esas personas son pocas. Caminar implica decidir: hay lugares por dónde caminar será más difícil, dónde no hay luz suficiente para ver por dónde vas, dónde es fácil perderse. Puedes terminar en otro camino, hacia lugares que  no imaginaste; encontrarte con sorpresas no necesariamente agradables. Debes decidir si llevar ropa por si llueve, o ir ligera y con mucho bloqueador. Si sales de noche o ...

Sobre lo sagrado

Hace un tiempo llevo pensando en las cosas que son sagradas: para mi, para el mundo, para distintas tradiciones religiosas; las cosas que componen mis ritos cotidianos, que me conectan con el mundo y con la gente que amo. Los lugares que están habitados por mis vivencias, mis miedos, mis soledades... Y he llegado a la conclusión de que todos necesitamos esos espacios sagrados. Porque son las cosas que nos construyen, que nos dan un horizonte y unas raíces. El mundo ha olvidado lo sagrado, en su afán de imponer su civilización sobre todo aquello "antiguo y obsoleto", y hemos perdido esas conexiones con lo realmente sacro, que va mas allá de cualquier religión o creencia. Aunque suene exagerado, lo comprobé subiendo al nevado, pues ¿qué lugar más sagrado que dónde nace el agua? A pesar de eso, se le insiste a los turistas para que no ensucien, y muchos rompen el silencio sobrecogedor con música estridente, y ruido, y ese aire de superioridad que nos da sentirnos dueños del mu...

Sobre las familias

En este país dónde todo es blanco o negro y dónde las leyes cambian primero que los imaginarios, son muchas las voces que se alzan a favor o en contra de la adopción por parte de parejas del mismo sexo; desde nuestros afectos y miedos, desde la posibilidad y desde nuestros prejuicios, infundados o no. Y porque para mí este tema es importante -y personal- quisiera, desde este lugar que me permite hablar sin miedo, dar algunas opiniones al respecto: 1. No todos los homosexuales son buenos para adoptar. Ni los heterosexuales. Es más: ni siquiera todos quieren hacerlo. La verdad, no todos los seres humanos podemos adoptar, cuando ni siquiera podemos con nosotros mismos. Y eso lo tiene claro el ICBF, quien seguirá aplicando los mismos requisitos, no importa quien quiera hacer ese proceso. La estabilidad emocional, psíquica, económica de quienes adoptan tiene que ser idónea para criar un hijo y tiene que ser calificada por el estado. Eso excluye a una enorme cantidad de parejas, tanto h...