Sobre el reggaeton

No he podido escribir mucho estos días, pero es una de las desventajas de mi nuevo trabajo. La otra, y quizá la más grande es la que pone título a esta entrada: el reggaeton.
En días como hoy (trabajo los domingos) llego a mi casa con la cabeza y las orejas contaminadas, y un sentimiento de estupor y decepción. Tengo a mi cargo un montón de chiquitos que adoran este y otros ritmos con temáticas similares, con un ritmo absolutamente pegajoso y letras tan... no encuentro palabras para describir semejante exabrupto.
Me gusta considerarme como alguien de mente abierta, pero ver chiquitos de siete años bailar el serrucho con absoluta propiedad y cantando la letra a grito herido me supera. ¿Qué padre amante de sus hijas permite que sus hijos escuchen esta apología al sexo fácil en cualquier lugar? ¿Qué madre deja que sus hijas canten letras absolutamente degradantes?
No pretendo ser moralista. No creo que el sexo sea malo, para nada (de hecho es bastante bueno) pero reducirlo a esta animalidad en celo para ser vendido a niños de cinco, seis años es absolutamente grotesco. Perder toda la magia del momento, el misticismo, todo el proceso de enamorarse antes de llegar a, me parece triste. Reducir la intimidad a un simple entrar y salir, con el primero que se te cruce en el camino, vendiéndolo como la realización absoluta de la juventud, es bastante desmotivante. Que sea más fácil enganchar a los niños con esto que con las caricaturas que ven en la tele es totalmente depresivo. Y que como profe de música te estrelles contra ese muro cerrado de gustos a rajatabla dónde el único género con el que todos van a conectar tenga tres notas y dos acordes, es aplastante.
Quizá lo que más me enferma es la doble moral: está bien escuchar eso pero no hablar de condones en los colegios, o de métodos de protección o autocuidado. Que nos escandalice más como sociedad dos mujeres o dos hombres tomados de la mano que niñas y niños bailando de forma sexual. Que niños que apenas saben leer tengan claro que a ella "le gusta el sexo en exceso"  pero no tengan ni idea de cómo comportarse en la mesa. Y que todavía pensemos que los niños no entienden de eso, pero nos escandalicen las cifras de adolescentes embarazadas.
No quiero decir más. No vale la pena repetir lo que tantos han dicho mejor que yo.
Al final, una sociedad escucha aquello con lo que se identifica. 

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