Sobre agradecer.
La verdad esta entrada no estaba en los planes (de hecho tengo un par en borrador que esperan salir pronto a la luz) pero entre tantas cosas que me pasan últimamente, entre los trancones de esta ciudad tan extraña y entre el trabajo tan agotador y tan duro a ratos, hoy quería dar las gracias por esos regalos que doy por sentado tantas veces, pero sin los cuáles no valdría la pena continuar. Y es que son tantos y tan increíbles que se hacen cotidianos, hasta que empiezas a extrañarlos:
Por la compañía de la gente que amo, que tengo cerca y que no. De mi familia que está siempre a mi lado en las verdes y las maduras; de mis amigos que aún estando lejos no me olvidan y yo tampoco: a pesar de nuestra falta de comunicación las conexiones no se rompen y es un regalo tan maravilloso saberse querido y acompañado a través de tantos días y kilómetros. Los sueños, los amores, los miedos, los momentos compartidos crean puentes más fuertes que los de concreto.
Por la compañía peluda en cuatro patas que me acompaña y me espera al llegar a casa (que es el mismo peludo que aparece en mi foto del blog), ese bicho escandaloso y calientito que hace más amable estar en casita.
Por la posibilidad de escuchar y tocar y enseñar música, que pueda decir que a pesar de tanta lucha se puede vivir de soñar, y vale la pena.
Por mi bicicleta que ahora que no puede salir me hace más falta que nunca y que me deja conocer una Bogotá tan diferente, tan rica y tan oculta que me permite vivir diariamente una aventura.
Por la maravillosa posibilidad de estar aquí, de poder hacer, de poder sentir, de poder simplemente respirar y entender que cada bocanada es un regalo y una oportunidad para existir, para crear, para amar sin más.
Por poder construir y reconstruir la persona que soy, sabiendo que las elecciones y las posibilidades son mías y que puedo hacer feliz a un montón de gente sin sacrificar mi propia felicidad, sino multiplicándola.
Por este blog, que me permite hacer una de las cosas que más me divierten: escribir cómo quiera y sobre lo que quiera, y que algunas personas lo lean y les guste.
Por todo, gracias.
Por la compañía de la gente que amo, que tengo cerca y que no. De mi familia que está siempre a mi lado en las verdes y las maduras; de mis amigos que aún estando lejos no me olvidan y yo tampoco: a pesar de nuestra falta de comunicación las conexiones no se rompen y es un regalo tan maravilloso saberse querido y acompañado a través de tantos días y kilómetros. Los sueños, los amores, los miedos, los momentos compartidos crean puentes más fuertes que los de concreto.
Por la compañía peluda en cuatro patas que me acompaña y me espera al llegar a casa (que es el mismo peludo que aparece en mi foto del blog), ese bicho escandaloso y calientito que hace más amable estar en casita.
Por la posibilidad de escuchar y tocar y enseñar música, que pueda decir que a pesar de tanta lucha se puede vivir de soñar, y vale la pena.
Por mi bicicleta que ahora que no puede salir me hace más falta que nunca y que me deja conocer una Bogotá tan diferente, tan rica y tan oculta que me permite vivir diariamente una aventura.
Por la maravillosa posibilidad de estar aquí, de poder hacer, de poder sentir, de poder simplemente respirar y entender que cada bocanada es un regalo y una oportunidad para existir, para crear, para amar sin más.
Por poder construir y reconstruir la persona que soy, sabiendo que las elecciones y las posibilidades son mías y que puedo hacer feliz a un montón de gente sin sacrificar mi propia felicidad, sino multiplicándola.
Por este blog, que me permite hacer una de las cosas que más me divierten: escribir cómo quiera y sobre lo que quiera, y que algunas personas lo lean y les guste.
Por todo, gracias.
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