Sobre caminar
Caminar es uno de los verbos más bonitos que tiene el español. Quizá es también una de las acciones más simples y significativas que realizamos, pues caminar es movernos hacía un lugar, un destino, una meta.
A mi me gusta mucho caminar. Y aunque he perdido la costumbre, caminar sola es uno de los placeres que más disfruto, porque me permite descubrir cosas y detenerme ante cualquier pequeñez, sin demorar el viaje de alguien más.
También disfruto caminar en compañía, pero elijo bien con quién lo hago: caminar, como tomar café, es algo reservado sólo a quienes tienen mi corazón consigo, y esas personas son pocas.
Caminar implica decidir: hay lugares por dónde caminar será más difícil, dónde no hay luz suficiente para ver por dónde vas, dónde es fácil perderse. Puedes terminar en otro camino, hacia lugares que no imaginaste; encontrarte con sorpresas no necesariamente agradables. Debes decidir si llevar ropa por si llueve, o ir ligera y con mucho bloqueador. Si sales de noche o de día. Si vas a tomar fotografías, parar por un café, o sentarte bajo un árbol a leer o ver girar las nubes. Si caminarás con alguien para conversar, para compartir silencios eternos o reírte de cualquier cosa. Si vas a deambular o tienes un destino fijo.
Caminar es moverse, cambiar la velocidad, detenerse a descansar. Es aceptar que puedes terminar en otro lado. Es adaptarse a girar de acuerdo al camino, o inventarse un camino si no lo hay.
Caminar es escuchar, ver, oler y sentir. Estar buscando señales que te permitan saber dónde estás, o cómo llegar. Percibir cómo vibra todo alrededor y decidir si será peligroso caminar por cierta calle, a cierta hora, con prisa o con calma. Si el mundo te verá en paz o amenazante, porque en ocasiones eso te permitirá que se acerquen o se alejen otros caminantes. Pero también es saber cuando abstraerse y disfrutar del viento en la cara, de los ruidos del entorno, de los olores y colores del mundo.
Caminar requiere de renuncias, de despedidas, de paciencia. Porque es salir al mundo, y para eso debes decir adiós. Y a veces quien camina contigo escogerá otro camino, porque es otro su destino. O tú serás quien gire bruscamente, o te detengas, porque has llegado o porque no quieres llegar a ningún lado. En muchas ocasiones encontrarás gente que te dará instrucciones para llegar, que te cubrirá con su sombrilla si llueve o hace mucho sol. Gente que te preguntará cómo llegar. Gente que cuestionará el camino que elegiste, porque conoce otro más corto, más transitado, más seguro. Personas con prisa de llegar, aunque no tengan claro a dónde. Que no miran el camino, ni a quienes caminan con ellas.
No a todos les gusta caminar. A veces cansa mucho. A veces yo tampoco camino, prefiero quedarme en casa a ver la tele, porque es más fácil. O instalarme en algún lugar mientras llega el momento de volver a moverse. Y esos que se quedan (o nos quedamos) preguntan ¿para qué caminar? ¿qué sentido tiene si llueve, o hace frío, o te roban en la esquina? Si ya conoces los caminos transitados mil veces, ¿para qué buscar otros? Hasta que termina la excusa, y tienes que volver a moverte.
Es mejor que se acaben los zapatos, y no el tiempo ni las ganas para usarlos.
A mi me gusta mucho caminar. Y aunque he perdido la costumbre, caminar sola es uno de los placeres que más disfruto, porque me permite descubrir cosas y detenerme ante cualquier pequeñez, sin demorar el viaje de alguien más.
También disfruto caminar en compañía, pero elijo bien con quién lo hago: caminar, como tomar café, es algo reservado sólo a quienes tienen mi corazón consigo, y esas personas son pocas.
Caminar implica decidir: hay lugares por dónde caminar será más difícil, dónde no hay luz suficiente para ver por dónde vas, dónde es fácil perderse. Puedes terminar en otro camino, hacia lugares que no imaginaste; encontrarte con sorpresas no necesariamente agradables. Debes decidir si llevar ropa por si llueve, o ir ligera y con mucho bloqueador. Si sales de noche o de día. Si vas a tomar fotografías, parar por un café, o sentarte bajo un árbol a leer o ver girar las nubes. Si caminarás con alguien para conversar, para compartir silencios eternos o reírte de cualquier cosa. Si vas a deambular o tienes un destino fijo.
Caminar es moverse, cambiar la velocidad, detenerse a descansar. Es aceptar que puedes terminar en otro lado. Es adaptarse a girar de acuerdo al camino, o inventarse un camino si no lo hay.
Caminar es escuchar, ver, oler y sentir. Estar buscando señales que te permitan saber dónde estás, o cómo llegar. Percibir cómo vibra todo alrededor y decidir si será peligroso caminar por cierta calle, a cierta hora, con prisa o con calma. Si el mundo te verá en paz o amenazante, porque en ocasiones eso te permitirá que se acerquen o se alejen otros caminantes. Pero también es saber cuando abstraerse y disfrutar del viento en la cara, de los ruidos del entorno, de los olores y colores del mundo.
Caminar requiere de renuncias, de despedidas, de paciencia. Porque es salir al mundo, y para eso debes decir adiós. Y a veces quien camina contigo escogerá otro camino, porque es otro su destino. O tú serás quien gire bruscamente, o te detengas, porque has llegado o porque no quieres llegar a ningún lado. En muchas ocasiones encontrarás gente que te dará instrucciones para llegar, que te cubrirá con su sombrilla si llueve o hace mucho sol. Gente que te preguntará cómo llegar. Gente que cuestionará el camino que elegiste, porque conoce otro más corto, más transitado, más seguro. Personas con prisa de llegar, aunque no tengan claro a dónde. Que no miran el camino, ni a quienes caminan con ellas.
No a todos les gusta caminar. A veces cansa mucho. A veces yo tampoco camino, prefiero quedarme en casa a ver la tele, porque es más fácil. O instalarme en algún lugar mientras llega el momento de volver a moverse. Y esos que se quedan (o nos quedamos) preguntan ¿para qué caminar? ¿qué sentido tiene si llueve, o hace frío, o te roban en la esquina? Si ya conoces los caminos transitados mil veces, ¿para qué buscar otros? Hasta que termina la excusa, y tienes que volver a moverte.
Es mejor que se acaben los zapatos, y no el tiempo ni las ganas para usarlos.
Me gustó!!! Gracias por dejarme caminar a tu lado y por uno qué otro cafe.... Te extraño mucho
ResponderEliminarA ti por leer. Solo lamento que aparezca desconocido para saber a quién extrañar y que sea un extrañar de dos, así se hace menos pesado. Un abrazo.
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EliminarQuien te extraña soy yo.... (joa) esta bien un café no!! Un masato... Jejeje
EliminarQuien te extraña soy yo.... (joa) esta bien un café no!! Un masato... Jejeje
EliminarWouuu Dianita super lo que se te ocurre cuando estas por ahí espero que sigas publicando tus ocurrencias para deleitarnos con.ellas
ResponderEliminarGracias por leer Caro!! y qué bonito que por acá nos encontremos. Trataré de escribir más seguido, ahora que tengo tiempo. Un abrazote!!
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