Sobre la ternura
"La verdadera intrepidez es producto de la ternura. Proviene de dejar que el mundo ligeramente roce nuestro corazón (...) Estamos dispuestos a abrirnos, sin resistencia ni timidez, para enfrentar el mundo. Estamos dispuestos a compartir nuestro corazón con los demás"
Chögyam Trungpa
El término ternura se suele asociar a la fragilidad, a todo aquello que requiere nuestro cuidado y protección. En mis últimas experiencias con la vida, he descubierto la ternura en cada gesto que nos devuelve a nuestra condición de humanos, que nos hermana en el cansancio, la desesperanza y el dolor y cuya naturaleza se hace transparente para aquellos que tienen el corazón presente.
La ternura se ve como un rasgo de debilidad, y quienes se reconocen tiernos, también se suponen cobardes. Pero sin la ternura no encontraríamos la fuerza para defender a los que queremos o nos quieren, la paciencia para entender sus errores, su mal humor, sus fallas. Gracias a la ternura encontramos la belleza que radica en el cansancio, en la tristeza. Por la ternura nos enamoramos de eso que bien podríamos no soportar en nosotros mismos. Nos perdonamos.
Hemos pasado tanto tiempo tratando de ser fuertes, de protegernos del mundo poniendo encima tantos escudos, que la ternura es un ejercicio difícil. Abrir el corazón al mundo, dejarlo al alcance de otra mano a pesar de que nos duela -sabiendo que va a doler, porque estamos en la vida y de eso se trata- allí radica la fuerza, la verdadera valentía.
Quizá para cambiar el mundo, necesitamos de más valientes que se atrevan a proteger el crecimiento de las flores, en vez de cortarlas o encerrarlas en macetas.
Hemos pasado tanto tiempo tratando de ser fuertes, de protegernos del mundo poniendo encima tantos escudos, que la ternura es un ejercicio difícil. Abrir el corazón al mundo, dejarlo al alcance de otra mano a pesar de que nos duela -sabiendo que va a doler, porque estamos en la vida y de eso se trata- allí radica la fuerza, la verdadera valentía.
Quizá para cambiar el mundo, necesitamos de más valientes que se atrevan a proteger el crecimiento de las flores, en vez de cortarlas o encerrarlas en macetas.
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