Sobre la violencia.

Me resisto a creer que los seres humanos seamos violentos por naturaleza.
Veo las noticias: La estupidez absoluta de matarnos unos a otros por creer que tenemos más derecho a existir en un territorio, cómo en Gaza, o la indiferencia más absoluta al ver como nuestros vecinos mueren de sed o de hambre, aquí no más en la Guajira, o la más descarada indolencia con la que un grupo armado justifica sus ataques a poblaciones civiles y se siente atacada, además, cosa que pasa con las guerrillas colombianas.
Aún así, me resisto a creer que la violencia sea algo innato en nosotros.
Vivo en una ciudad caótica, dónde veo actos de violencia que van desde lo más trivial a lo más macabro: El simple hecho de no ceder una silla sin importar el color, o insultar al conductor porque va despacio o muy rápido; hasta el terrible acto de apuñalar a alguien en el corazón por quitarle el celular.
Quizá nos enseñaron que la indiferencia (esa cruel forma de violencia) es más segura que la acción, y hemos decidido que permanecer indiferentes nos salva de peligros desconocidos.
Y ni siquiera me refiero a la indiferencia frente a los grandes hechos con los que empecé esta entrada. En realidad, si abro cualquier red social, encontraré un montón de comentarios indignados al respecto, además de gente que está mucho más informada que yo en este tema (y eso que trato: he leído sobre el conflicto entre Israel y Palestina, he leído sobre el proceso de paz entre gobierno y farc, sobre la crisis humanitaria en La Guajira) que repudia enérgicamente todo lo que está pasando. Y no digo que esté mal, todo lo contrario, que bueno que seamos conscientes que humanidad somos todos y que estamos tan conectados que lo que pase a tantos kilómetros de distancia nos afecta. Pero la indiferencia más dolorosa es esa que practicamos todos los días en cosas pequeñas y familiares.
Todos podemos rechazar la muerte, la corrupción, el despilfarro. Pero ¿de qué sirve si no actuamos en los niveles que podemos cambiar? Si nos indigna que la gente muera de sed, ¿por qué dejamos la llave abierta mientras nos lavamos los dientes? Si nos enoja que nadie sea capaz de ceder una silla, ¿por qué no somos capaces de lavar un plato en casa? Si tanta rabia nos generan los políticos que roban el dinero público, ¿por qué nos colamos en transmilenio? Nos indigna que maten a alguien en nombre de la religión, pero no dudamos en criticar las creencias de otros pensando que la nuestra es la correcta. Nos parece terrible que maten a alguien por un celular, pero no nos importa comprar un celular robado. Creemos que son los otros los que tienen el poder de cambiar las cosas, pero no nos damos cuenta que nosotros somos esos otros que pueden alterar el espacio dónde viven.
La violencia no es algo natural. Pero la indiferencia tampoco.
Podemos aprender, a punta de pequeños actos de bondad, que no todo está perdido. Seamos esos otros que pueden cambiar el mundo.

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